1 de agosto de 2020
Francisco Valdés Perezgasga (twitter.com/fvaldesp)
He estado saliendo, mayormente solo, a caminar por sitios naturales. Una vez que se restablece el fuerte vínculo innato que como humanos tenemos con la naturaleza, el monte nos llama. Salir al campo es una forma de restablecer muchas cosas que la vida moderna ha roto o ha silenciado. “Volví con las pilas recargadas” decimos tras unos días o unas horas en un río, en una playa, en un desierto. La naturaleza restaura nuestra alma, es indudable.
El monte llama y no me queda sino rendirme e ir. ¿A dónde? Da igual. A la Sierra del Sarnoso, al Cañón de las Canoas, al Cañón de Fernández, a la Isla. Ir entre semana revela ritmos y presencias ausentes los domingos, y viceversa. Lo que más me ha impresionado de estas excursiones pandémicas es darme cuenta que, entre más atención pongo al detalle, más cosas nuevas descubro. Ver al bulto ya es reconfortante: un cardenche, un ahuehuete, las hojas de un ocotillo, un nopal, a veces un coyote.
Pero a medida que uno pone más atención a lo pequeño a los detalles, se revelan nuevos mundos. Un asquel, la flor de la candelilla tras las lluvias, una nube de mariposas rodeando a un charco. Una pequeña flor verde que ha despertado el entusiasmo de botánicos experimentados. Este cambio de nivel, de escala, de foco, que abre nuevos mundos me ha recordado los ejemplos de geometría fractal en los que uno se va hundiendo y la misma forma vuelve a aparecer tanto si bajamos como si subimos de escala.
Y eso es con la vista, pero también podríamos aplicarlo al gusto, al oído, al olfato. En la Sierra del Sarnoso he encontrado un orégano súper fragante. No con el olor que recuerda al menudo sino con un perfume más intenso. Tomas una hoja, la trituras con las llemas de los dedos y el resultado es espectacular.
No sólo espectacular sino que va cambiando en el tiempo y en cosa de un par de minutos se vuelve un perfume que, al menos yo, nunca había olido. Las lluvias recientes han afectado los caminos, sí, pero han puesto la vida del desierto en sobremarcha. En modo exuberante y embriagador.
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