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Las aves nos unen


10 de octubre de 2020

Francisco Valdés Perezgasga (twitter.com/fvaldesp)


No sólo las aves migran. Migran tarántulas, mariposas, insectos, grandes mamíferos. Pero

todas estas migraciones, estos ciclos de presencias y ausencias han sido siempre motivo

de maravilla para los humanos. Al principio fueron también fuente de misterio. ¿Dónde

iban los animales que desaparecían? ¿A dónde irá, veloz y fatigada, la golondrina que de

aquí se va?


Aristóteles aseguraba que las golondrinas no migraban y se refugiaban en agujeros donde

mudaban de plumaje y pasaban el invierno. En cuanto a otras aves especulaba el filósofo

griego, correctamente, que viajaban a sitios más al sur o a tierras más bajas. Otros autores

clásicos aseguraban que los pájaros que desaparecían en invierno en realidad se

transformabam en las aves que no desaparecían y que, a la vuelta del calor, volvían a

transformarse a su forma original.


Charles Morton, terminando el siglo 17 aseguraba que las aves que desaparecían en el

otoño, migraban a la Luna. En el siglo 18, el conde de Buffon demostró

experimentalmente que las golondrinas no eran capaces de hibernar, como lo hacen los

osos y otros mamíferos.

Todas estas ideas y teorías confusas empezaron a aclararse cuando, en 1822, cerca de la

villa alemana de Klütz apareció una cigueña blanca con una flecha que le atravesaba el

cuello. Dicha flecha correspondía a las usadas por algunos grupos de África central.


La fascinación humana con las migraciones data desde la existencia de la mente

inquisitiva. La maravilla y el misterio que rodean a estos viajes estacionales tan largos, su

capacidad de marcar el paso del tiempo, los ciclos naturales, nos lleva a honrarlos con

dos días mundiales de las aves migratorias, uno en el segundo sábado de mayo y el otro

en el segundo sábado de octubre, ayer.


Desde julio empezaron a llegar al Cañón de Fernández y a los parajes del Aguanaval los

playeros alzacolitas desde sus hogares estivales tan lejanos como el norte de Alaska y

norte de Canadá y se empezaron a ir los vireos de Bell de sus mezquites laguneros a las

planicies costeras del Pacífico, los cucúes pico amarillo a Sudamérica y los llanos al oeste

de Tlahualilo se van poblando de cientos de aguilillas de Swainson descansando en su

larguísimo viaje desde Norteamérica hasta la Pampa.


La maravilla que son las migraciones constituye un proceso que se ha desarrollado desde

hace millones de años. Desde muchísimo antes que hubiera aparecido sobre la faz de la

Tierra nuestra especie o las especies que nos antecedieron.


Las aves migratorias unen al mundo. Ponen en duda la validez de las fronteras políticas,

para ellas inexistentes. Nos ligan a todos y a todo. Lo que debería movernos a la

admiración y a la reverencia. Movernos a cuidar los espacios naturales indispensables

para que las migraciones continúen. Espacios como el Cañón de Fernández, hoy tan

agredido y tan amenazado.

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